Las barras de los equipos de futbol pertenecen a uno de los niveles mas bajos de conciencia, de acuerdo a la teoría de Ken Wilber. En su descripción, existen siete niveles. En este segundo nivel, mágico-animístico, esa pasión desbordada, sin límites, esa locura colectiva, se identifica con seres primarios cuya vida se mueve en un mundo elemental. Vibrar y resonar con esa pasión es una muestra de una necesidad imperiosa de “pertenecer a”, sentirse incluido, ser acogido por un grupo y entonces… empezar a existir. A ese mismo nivel de conciencia pertenecen también los clanes familiares, las bandas, las galladas.
Ken Wilber dice: “Este nivel está determinado por el pensamiento animista y por una polarización radical entre el bien y el mal. Los espíritus mágicos pueblan la tierra y a ellos hay que supeditarse recurriendo a todo tipo de bendiciones, maldiciones y hechizos. El espíritu mora en los ancestros y es el que cohesiona a la tribu. Los vínculos políticos están determinados por el parentesco y el linaje.”
De la teoría llegamos entonces a la práctica, a lo que estamos viviendo. Heredar la pasión por el equipo de fútbol, por ejemplo, es una manera de perpetuar ese linaje. Es corriente ver a familias enteras identificadas con el mismo equipo, puesto que disentir de esa decisión puede recibirse como una traición al clan familiar. No pertenecer, sentir la exclusión, es demoledor. Hay que recordar cómo a estas barras llegan muchachos y muchachas que “reemplazan” a su familia biológica por estos grupos o son recibidos como importantes, dadas las falencias de su propia vida. A veces no existe mas familia que la barra del equipo de futbol, o la gallada del barrio… Eso no significa que todo aquel que siga un equipo de futbol tenga las características de este nivel de conciencia. Pero si se vibra por el futbol en grado máximo, hasta arriesgar la vida, la salud y la de los tuyos, si no hay límites frente al peligro, si la pasión del futbol “enloquece”, vale la pena revisar. Es posible que se esté viviendo un bajo nivel de conciencia.
No es raro encontrar a los fanáticos con rosarios, crucifijos, o ver a los futbolistas mirando al cielo, agradeciendo la buena jugada o como dijo Maradona, excusando errores con la expresión “la mano de Dios”. Lo mítico tamizando una pasión desbordada. Sí, el fútbol es una pasión y cuando es por lo único que se vibra, es posible que signifique grandes vacíos personales. No me imagino que pueden estar sintiendo en este momento médicos, enfermeros, doctores, viendo los desbordes de la gente en las calles y ellos poniendo el pecho por salvar vidas, mientras desde la elementalidad les complican el trabajo. Es un abuso descarado con el personal de la salud. Ellos ponen la cara y los demás excediéndose en el comportamiento.
El gobierno nacional y los locales pudieron suspender bares, restaurantes, cultura, espectáculos públicos, pero no pudieron detener unos partidos de futbol. ¿El encanto o “idiotización” del futbol llega a marear hasta a las personas encargadas de cuidar la salud comunitaria? Es obvio que esta pasión colectiva merece una revisión, incluídos hasta los salarios de los futbolistas, si es que deseamos un mundo mas equitativo… Esta por verse si seremos capaces de tomar conciencia.
Gloria H. @GloriaHRevolturas